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El Árbol De La Vida




El verano era mi etapa preferida del año. El sol entraba por mi ventana cálidamente y en cuanto me levantaba miraba hacia la casa de enfrente para comprobar si María ya estaba en su patio jugando y podía bajar a jugar con ella.
Yo vivía en un edificio de 4 plantas y ella en una casita que tenía un árbol dentro. Siempre que bajaba tenía que llamarla para que me oyera desde la puerta, no tenían timbre. 
Su casa me encantaba, nada más pasar por la puerta de madera en el medio del patio, había un árbol con  un montón de pájaros que cantaban, aunque en invierno hacía bastante frío. En el salón el techo eran unos plásticos que cumplían bien su función, cuando llovía no se mojaba nada.
Su padre era muy divertido, siempre jugaba con nosotras y en con mi madre se llevaba muy bien, siempre que íbamos a tirar alguna sartén él nos la recogía.
Pero un día recién cumplidos los 10 años cuando me levanté, más tarde de lo habitual, me asusté mucho. La casa no estaba y el árbol tampoco. Bajé corriendo mientras le preguntaba a mi madre a gritos que había pasado.
Mi madre bajó también conmigo, me cogió de la mano y nos quedamos mirando unos minutos el lugar donde había estado la casa.
Ahora había un hombre con unos planos. 

-Mama, ¿y María? 
-No te preocupes,  solo es que se han ido a vivir a otro sitio.
-Pero ella no me dijo nada.
-A veces es mejor así cariño. Vamos a desayunar.

Ocho meses después teníamos un montón de vecinos nuevos pero casi no había niños. El edificio era gris y muy moderno aunque me tapaba los rayos de sol por la mañana y el árbol nunca volvió a crecer. La gente mayor dice que así está mejor la calle, más segura.

Nunca he vuelto a saber de ella, aún la extraño.



CALLE MIOSOTIS, 72, 28039 MADRID


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